Deje que la suntuosa cremosidad bese sus labios y haga volar su imaginación, a una cálida y mágica puesta de sol en algún lugar lejano de la selva africana.
Imagina esto. Todo esta tranquilo. Solo una cigarra solitaria chirp-chirp-chirp en la distancia, el sonido se desvanece con la puesta de sol. Entonces, de repente lo escuchas: cerca, desde debajo del árbol de marula más alto, un rugido retumbante, como un trueno. El Rey ha hablado, y en el resplandor anaranjado de los últimos rayos de sol, puedes ver su majestuosa melena dorada.
Entonces todo está tranquilo otra vez. Y en esta asombrosa quietud después del estruendoso rugido, te das cuenta: este es un placer raro, un privilegio único: experimentar la presencia del Rey de África, en su noble dominio.